martes, 1 de abril de 2008

Johnny's love

Johnny’s Love

Esta es la historia de Johnny.

Johnny Webster.

Es un capítulo de la vida de Johnny y su novia, la bella, tierna, talentosa, adorable y a la moda Barbie.

Johnny y Barbie tienen un amorío desde hace cuatro décadas. No se han casado ni piensan hacerlo (¡Cuatro décadas! Piensan las solteronas) Pues así es. Tampoco se irán a vivir juntos porque eso ya pasó de moda; ya no es nice ni cool. Probablemente emprendieron uno o dos viajes juntos a Plutón, al planeta más frío del sistema solar. Se calentaron tomándose de las manos y soplándose mutuamente su oxidado vaho en el rostro congelado. Si quedaba algo de tiempo después de ir de compras, se besaban en la frente… o en la boca (¡Ohhh!) No es para asustarse pues hace mucho tiempo los humanos se besaban en la boca, en la frente, en el cuello, más abajo ¡en todas partes! Sé que suena abominable pero así demostraban su afecto. Y más las mujeres ¡Oh las delicadas féminas! Incluso se dice en la historia antigua, que solían escribir poemas ¡Exacto! Poemas no de cualquier clase: Poemas cursis, con palabras entrelazadas que formaban metáforas para llorar al ser que se había ido o para endulzar el oído de la pareja.

Si esas personas hubiesen sido tan prácticas como lo somos ahora, probablemente nuestra civilización fuera más avanzada que la de nuestros contrincantes los odiados bluptoniathos (El odio es personal) Ellos sí que saben lo que es la modernidad, en cambio nosotros nos quedamos en la era de la cera. Es increíble que estando en pleno siglo XCV
aun petrifiquemos a nuestros muertos. Sé que mi madre se ve exquisita (más que en vida) mientras está fosilizada en mi jardín. Aun conserva su mítica sonrisa y sus cabellos negros como antaño, pero es desesperante tener que llevarla a retoque cada dos años, pues el barniz se derrite con el sol y cada arreglo es una amenaza para mi economía.

El barniz que le inyectan a los cuerpos de las mujeres es de pésima calidad por lo que he decidido que para el próximo verano sacaré a mi padre del closet, le colocaré el traje aquel que le gustaba tanto y lo sentaré junto a mi abuela como si estuvieran conversando. El vecino hizo lo mismo con su hermano y se ve muy bien. Pensándolo bien, probablemente sacaré a toda la familia en invierno, a lo mejor hasta los disfrazo de angelitos… (La ropa se vende por separado)

Regresando al tema de Johnny y Barbie (no entiendo en que punto me desvié tanto) les comentaba que se besaron (tapen los oídos o los tres ojos a sus pequeños hijos para que no lean esto) se tomaron las manos enfrente de los ancianos y lo que es peor aún: Barbie, en medio de las compras de carne de niño y de los huevos artificiales de tortuga, le susurró a Johnny en el oído “Te quiero” ¡Así es! ¡Te quiero! Alguien me comentó que al robot de mostrador se le zafó el tornillo que conecta con su central por lo que se quemó; el anciano que volaba junto a ellos en su silla de anillos galáctica, perdió el control y se fue a estrellar contra un muro de criptonita; incluso un perro que sacó a pasear a su ama y escuchó la asquerosa frase, soltó la correa y la señora salió corriendo y ladrando hasta que el guardián de la paz la atrapó y le dio con un dardo sedante en la cabeza sacándole un ojo de vidrio que el perro le había puesto de adorno. Todo aquello fue instantáneo. A Johnny se le salieron las enormes gotas de sudor de plomo por todos los poros de su piel, agitó la cabeza nerviosamente y volteó a ver a Barbie, quien a su vez lo veía con ojos de cachorro afuera de una panadería de bisquets de calcio. ¡Se imaginan ustedes aquella escena!: Barbie por su lado, babeando por un extremo de la boca, mirándolo como estúpida y Johnny con los ojos desorbitados, observando como los labios de su novia (podrían ser free, pero eso también ya pasó de moda)se acercaban a sus oídos pronunciando la fatal frase.

Sólo le quedaba una cosa por hacer: Johnny sacó el garfio para emergencias de su saco confeccionado con la más cara y fina piel de rata callejera y se lo enterró en la encía (la de Barbie por supuesto). Los circuitos de su novia se desconectaron de inmediato pero como si no fuera suficiente, su aceite brotó por las comisuras de sus labios, por sus párpados, por la nariz y las puntiagudas orejas. Ese horrible, viscoso y rojo aceite que salpicó todas las tiendas virtuales que se hallaban alrededor.

Johnny fue condenado por haber provocado el amor. Aquel día lo conectaron a la máquina de barniz aun vivo y el líquido hirviendo llenó sus arterias, brotó de su cuerpo y se convirtió en un hermoso muñeco que ahora tengo adornando mi sala. Lo compré ayer en una subasta; no sabía si elegirlo a él o a la única copia que queda de un cd pirata. Me decidí por Johnny al escuchar su enternecedora historia. A Barbie la adquirí hoy por un módico precio. Los coloqué abrazados en posición de sillas. Hacen un bonito juego con la sala que mi padre me heredó, pero esa es otra historia…

Copyright© 2006, Sandra Becerril Robledo, todos los derechos reservados.
Cuento incluido en el especial de CF de la revista del mismo nombre (España, 2006.)