El mal representado por sombras, está presente en todos lados: en una iglesia, en los ojos de la gente, en una calle vacía, en la perversidad, en la cama del amante.
La historia comienza con un asesinato. La madre de Demián mata a su padre y luego se suicida. Demián se convierte en un sacerdote atormentado por su pasado, por lo que trata de redimirse a cada momento. Así conoce a Vacher, un asesino serial que está a punto de salir libre lo cual altera la vida de los protagonistas: Casar, un sacerdote venido a menos que guarda un secreto y por lo tanto le tiene pavor a Vacher; Azul, la hermosa y tentadora hija del asesino que está empeñada en conquistar la santidad de Demián y del mismo sacerdote, quien se ve acorralado por el deseo, ganas de venganza y amor a su religión.
En medio de ese amor, comienza a recibir amenazas escritas por alguien de su pasado. Así, se descubre que Demián tuvo un hijo a los quince años y lo martiriza saber que no le permitieron estar con él.
En medio de la confusión, asesinan a Casar y Demián, empeñado en saber la verdad, va recorriendo los linderos de las vidas de la gente cercana a él, sólo para ir descubriendo secretos que terminarán por cambiar su vida.
Pedro, uno de sus alumnos favoritos, es en realidad su hijo, que vuelto loco por el rencor, busca en una secta la ayuda para terminar con su padre, mientras, disfrazado de aspirante al sacerdocio, se acerca más y más a Demián.
Vacher mueve los hilos de los días de todos sin que se den cuenta. Las sombras los observan a la distancia, divirtiéndose. Azul sigue colándose en los sueños de Demián, desesperada por no poder cumplir su capricho, llega hasta el extremo con tal de parecer mártir y así, él pueda caer, por qué sabe que él tiene esa necesidad de rescatar a alguien.
Un mundo donde Dios no cree en los personajes aunque uno de ellos da su vida por él. En medio de deseo, asesinatos, oscuridad, tentaciones y secretos, Demián descubre que la fe en él es indispensable, sin embargo Azul se convierte en un suspiro constante. Encuentra que la verdad no está en la gente que siempre guarda secretos. Nosotros no sabemos la verdadera vida del sacerdote que nos confiesa los domingos, de nuestros padres o hijos, de nuestros vecinos, amigos, maestros, amantes, ni del que esto escribe. No hay segundas oportunidades, no se redimen los errores ni desaparecen las cicatrices. Sólo mutan, así, como evolucionan los sentimientos escondidos. Un mundo donde la fe, está pasada de moda
