lunes, 23 de junio de 2008

Caronte

Caronte

I

En el obsceno reflejo en las pupilas del tiempo, tus fauces abiertas predicen el incansable rumor de pasos arrastrando las garras que despedazan los muslos de una lágrima.

En tus colmillos chorrea el veneno enclaustrado en la espalda del ciclón noctámbulo; esconde la pasión de la sangre, la vida en tu cementerio, tu tumba en mis memorias.

2 sílabas son tu condena.
8 años de locura perpetua.
12 besos al infierno perdidos.
225 flamas danzando en mi ruego.
Una sola frase sin el perdón eterno.

Oraciones inmortales infiltradas en tu libertad.
Libertad con grilletes.
Libertad de mañanas.
Libertad en un corazón que se devora a sí mismo escupiendo recuerdos.

Tez fría lunar, con el lago en tu reflejo. Mira ahora esta leyenda y ríe del mito.

II

El olvido cabalga más que tu instante, antes llegará a arrancar tus cabellos de la historia.

Original el pecado de tu vida, lengua de fuego, tentáculos moribundos, pestañas rotas, dermis de vidrio, maldiciones hasta sangrar y de aquel sombrío líquido brote la vida sobre tu cruz.

Surca más que tu noche Caronte, cabalgando sobre lágrimas pisoteadas de fe.

Jinete bufón de recuerdos ríes sin tu boca partida en dos, enterrada, abandoné a la mañana tu cabeza decapitada.

Complacido con mi derrota, mira ahora ciego de 7 ojos. Escapas a acribillar los cuerpos que amaron tu sacrílega carne.

Tu espada entierra en huesos desvencijados, duendescas sonrisas diabólicas. El dios te mira con sangre en sus versos jurando venganza. La luna de Plutón, un barquero y un simple mortal llevan tu nombre...

Condena pura en tu descendencia, hacia tus brazos, secuestro, llanto, ira, muero tus ataduras, fallece tu corcel, entramos al árbol de la muerte.

III

Envidiaste al mundo y decidiste poblarlo. Ahora tú, personaje, agoniza en la esperanza de que uno de mis cuentos te vuelva a abrazar. No. Ya no existe ese lado infernal. Regresa monstruo a tu limbo, tu cueva ha de ser bien recibida en tus tinieblas.

Dueño de lavas, hijo del trono maldito. Tus fauces gimen el fracaso de mil almas. El portón rechina, abre, sal a desintegrarte en mi día.

Caronte, Caronte, imploro muriendo de fe tenerte a mi lado. ¿Es acaso tu insomnio que no me deja soñarte?

¡Purifica mis lenguas!
Azota el pecado con tus látigos de alacrán.

Escalo tu espalda como miles de hormigas con hielo en sus patas. Deshaz este infierno. Mis salmos huelen al eco de tu sombra en medio de mi frágil cuerpo humano.

Tus ojos juegan que sueñan a mí. Condenada por no cerrarme a tu aliento. Corrompes mis besos con tus lunas.

No estás.
Tan lejos.

Tu azufre me enreda, confina, me turba, sabe a... a... a... a mí.

sábado, 7 de junio de 2008

Economía

Amo mis libros. Los he amado desde el primer día que aprendí a leer y los amaré siempre. Hace una semana, a mis papás se les metió la loca idea de que habría que vender mis tesoros, pues todo está muy caro, el sueldo de papá ya no alcanza, la escuela de Carlitos es muy exclusiva, la gasolina subió de precio, ya no es tan sencillo colgarnos de la luz de los buenos vecinos, la carne cada vez es más y más cara, no alcanza para comer.

No quise entender hasta anteayer, cuando las tripas me rugieron de hambre. Miré mis libros con melancolía y oí a mis papás quejarse de nuevo. Se me llenaron los ojos de lágrimas. No me arrepiento. La carne de Carlitos es blandita y mientras mis papás estén en el refrigerador, su carne durará al menos hasta que la abuela venga de visita…

*Texto publicado en la antología internacional: Grageas, 100 cuentos breves de todo el mundo.

martes, 3 de junio de 2008

Sandra Becerril